lunes, 24 de marzo de 2008

(anexo)

Y mis manos hierven otra vez, encuentro eso que siempre he ansiado. Mas no soy feliz; exhalo la estupida desgracia, destilo indignación y no puedo entender tu extraño proceder. No quiero una explicación de tu estilo, no quiero una argumentación insípida del hecho. Y el ruido de las vías retumba en mi cabeza en ese instante, acelera nuevamente la maldita cefalea que antecede al quejido del violín.

***

(Debo aclarar que la descripción elemental de mi pensamiento no siempre responde a razón reflexiva alguna, busco una palabra lo más apta posible para relatar mi horrible sensación: mi enfermedad. No se por cuanto mas estaré vivo, no se si estoy enfermo ciertamente. Es ella mi única razón, mi musa. Espero ser claro, no dudo que ciertas crónicas un tanto absurdas se tornaran transparentes en el futuro. Próximo o no, lo serán.)

Sin más, pido perdón por retrasos. Gabriel.

sábado, 8 de marzo de 2008

Decisiones

Te descubro nuevamente, rodeo tu mirada, tomo tu mano y la aprieto fuertemente con el solo fin de no dejarte de ir.

Me pregunto cada segundo quien te ha traído hacia mi, tan mágica y bella. Solo tu y yo sabemos que es lo que haremos, solo tu y yo entenderemos cada uno de nuestros pensamientos.

Y te encuentro tan vulnerable, tan vulnerable a mí. Te he hecho y deshecho tantas veces que nada me hace entender tu vuelta. Siempre diferente, siempre con un nuevo nombre pero allí estas: rígida, esperando mis brazos, mi famélica forma de pensar, mi tortura. Como dos niños, en ese crisol de pensamientos que solo podemos entender nosotros, arrastramos nuestras miradas al cielo, reptamos por cada una de las estrellas y dibujamos nuestro amor en lo innombrable del espacio. Y me pregunto que es lo que he hecho, son esos violines que desgarran tu mágica poesía por mi cuerpo con el único fin de hacerte desaparecer, con el único fin de asfixiarte nuevamente y así ahogar mi enfermedad.

¿Que es lo que he hecho que aún sigues de pie?

***

No habían pasado más de cinco minutos cuando la niña tomo su última bocanada de aire; expulsó su mirada por las nubes y se desmantelo rápidamente en una muerte poco dudosa. Curiosamente su boca desvelaba una sonrisa armoniosa, como si la muerte fuera un oscuro pero feliz destino.

El niño contuvo la respiración y se hundió en su última mirada.

***

Estaba seguro que esta vez encontraría algo de ella, de mi musa. Seguí a la joven que había dejado hacia dos días y me adentre en un bar de poca monta. El escenario era lúgubre: opiáceos al por mayor, hombres que destilaban alcohol por su piel y música poco amena al oído. La muchacha se sentó en una mesita de madera. Lentamente y sin ningún reparo me le acerque, tome una nueva silla y salude.

-Hola Clara ¿Cómo estas?

Sus cejas describieron lo que su cuerpo sentía, el galopante sonido que envolvió a su corazón.

-Nunca habría imaginado algo así de vos Gabriel. –Susurro

-Esto no tiene sentido alguno para vos, pero tenemos que hablar.

-Pues, hablemos. –Cerró irónicamente.